Pérdida de control de los niños en tiempos de pandemia
Como padres estamos muy preocupados por nuestros niños por la pérdida de control en tiempos de pandemia. Ellos están viviendo un proceso de duelo por las pérdidas que han enfrentado durante estos últimos meses. La más importante -la rutina que tenían previo a la aparición de la pandemia-. Esto ha repercutido, por ejemplo: en el control que tenían sobre su propio cuerpo, es así como muchos, se han vuelto a orinar, mantienen trastornos del sueño, pérdida o aumento de apetito y episodios frecuentes de desregulación emocional (pataletas, gritos, arrojar cosas, golpearse ellos o a otros), las que preocupan fuertemente a los padres y madres.
Existe preocupación por la pérdida del control de esfínter, las alteraciones del sueño, la pérdida o aumento del apetito y la pérdida de regulación emocional
Como ustedes sabrán, no existen niños o niñas ISO 9000. Los niños son todos diversos y con sus propias particularidades, esos los hace únicos. Por tanto, vamos a entender a la edad cronológica como un antecedente.
En los tiempos que vivimos, la pandemia a los niños en menor o mayor medida los ha puesto en una situación de duelo. Suena fuerte la palabra duelo, pero así se les llama a las pérdidas.
Perder la rutina
Les ha tocado perder su rutina, tan valorada y apreciada por el bienestar emocional que entrega. Esa certidumbre que todos necesitamos -sobre todo ellos-.
En el contexto educativo, han perdido la cotidianidad de convivir con sus pares, compañeros de juegos, de disputas, amigos con los que todos los días aprendían el valor de la amistad, el valor de la diversidad, el respeto por los otros, entre muchos otros valores. Han perdido ese espacio físico, para correr, para explorar, ese espacio seguro en donde se desarrollaban a través del juego. Han perdido la entrañable relación cotidiana con sus tías o misses, educadoras de párvulos y el equipo técnico, relación que extrañan en demasía.
En cuanto a su vida fuera de la sala cuna o el jardín infantil, han perdido la posibilidad de gozar de algo tan sencillo, pero necesario, como salir a caminar por la calle, andar en bicicleta, gozar de la plaza del barrio y de los vecinos.
Ni hablar de lo que para muchos ha significado dejar de ver a sus abuelos, a sus tíos a sus primos y familiares en general.
Dada esta situación de duelo, es que ellos podrían –y sería normal– que se altere el control corporal que habían logrado. Por tanto, podrían presentar pérdida de control del esfínter, trastorno del sueño, pérdida o aumento de apetito, escasa regulación emocional (inquietud, llanto fácil, rabietas), entre otras manifestaciones que den cuenta del difícil momento que les está tocando vivir.
Otro punto que complejiza la situación, es que a muchos padres se les dificulta la posibilidad de contención hacia sus hijos. Principalmente porque están teletrabajando.
Ahora, y sobre todo en este tiempo, lo único que los niños y los adultos necesitan es contención, comprensión y flexibilidad de aquellos que los rodean. Por esto, si mi hijo está experimentando alguna de estas pérdidas de control corporal, no importando cual, vamos a tener que tener mucha paciencia y comprensión. Entenderlo como natural según el contexto que estamos viviendo. Si se tornara más complejo el manejo, deberemos consultar con un especialista para que evalúe el caso.
¿Qué puedo hacer para contener a mi hijo?
Sé que hoy es un lujo, pero no hay otra forma, esto es dándonos tiempo. Observarlo será lo inicial. Ver los cambios que ha presentado según las pérdidas que más le han dolido. Ayudarlo a reconocer la emoción que le acompaña. Identificándola, entendiendo que cada una de ellas es buena, porque nos permite situarnos en la realidad que estamos viviendo y buscar alternativas para vivirlas de mejor forma. Luego generar espacio para las caricias y la cercanía física, aumentar los abrazos y los gestos de cariño. Jugar a lo que el niño quiera. Mantenernos atentos para poder acoger y acompañar este periodo de duelo, el cual irá pasando en la medida que esto termine, porque va a terminar.
Ejemplo: Una niñita de tres años les dice con mucho pesar a sus padres: ¡Quiero ir al jardín a ver a mis compañeros! Los padres que ya han escuchado muchas veces en estos meses esa misma frase ya no saben qué decir. Sugiero abrazarlos y decirles: ¡A mí también me gustaría que lo pudieras hacer! Muchas veces los niños al igual que los adultos, necesitamos que nos acompañen en ese sentimiento más allá de conocer de forma racional el porqué no puedo satisfacer ese deseo en este momento.
¿Cómo puedo ayudarme a lograr mayor bienestar emocional?
Si bien los adultos, sin lugar a duda, contamos con más herramientas que nuestros hijos, también necesitamos contención. Es bueno tener a alguien que pueda ayudarnos con esa importante tarea. Tenemos que identificar una persona que luego de hablar con ella, nos pueda aportar ese bienestar emocional que buscamos. Puede ser nuestra pareja, algún familiar, una amigo o amiga o incluso un conocido. Pueden ser, según el momento, personas diferentes. También escuchar música, gozar de una película o comer algo rico. Lo importante, es al igual que en los niños, reconocer la emoción y permitir que fluya. De esta manera, la estaremos abordando y aportando en nuestro bienestar emocional que también es el bienestar emocional de nuestros hijos y de nuestra familia.
Mg. Ps. Leslie Salgado Viñals
Directora Jardín Infantil Upita y Jardín Infantil Cangurito