¡Poner límites a nuestros hijos! ¿un acto de amor?
Los niños buscan siempre la gratificación de hacer lo que deseen, igual como lo haría cualquiera de nosotros. En eso, no se puede identificar un propósito perverso de manipulación o maldad. Nosotros, los padres, buscamos y deseamos lo mejor para ellos. Estamos de forma permanente buscando completar todas sus aspiraciones y sueños.
En ese contexto, fluye de manera natural el hecho de querer permitir al niño o la niña cumplir todos sus deseos, tolerar todas sus acciones e incluso gozar con sus primeras pataletas.
Por tanto, será el primer acto antinatural que tendremos que hacer como padres. Dado que ponerles límites les causará malestar e incluso la sensación de que no aguantan tanta pena y dolor -así lo harán sentir-. Habremos muchos que no podremos tolerar esa expresión de infortunio de nuestros hijos y nos amarraremos las manos y nos comportaremos de forma permisiva, en extremo tolerantes y sobreprotectores.
El resultado natural será un Emperador o Emperatriz que gradualmente irá posicionándose y este posicionamiento se fortalecerá en los siguientes elementos:
1.- ¿Será el niño quien tome las decisiones y ejerza autoridad?
Ejemplo: ¡Mi hijo manda en la casa, es el regalón! ¡Lo que diga ella se hace! ¡Él es el rey de nuestras vidas! Los niños terminan por creerlo, el relato construye realidad.
2.- El poder de ese pequeño emperador se ejerce sin contemplaciones.
Ejemplo: Prefiero decirle que sí a todo, si no monta un show (llanto estridente, gestos de dolor, agresión intensa a cosas, hacia ella o él mismo o hacia a otros) que no querrás ver.
¿Por qué, sabiendo el daño que causa vivir sin límites, muchos padres no logramos poner límites los primeros años de vida?
Nos parece tan doloroso e insoportable ver a nuestro hijo sufrir, que preferimos que el niño o la niña cumpla su expectativa o deseo. Evitarlo sería presenciar una pataleta y que nos aplique la ley del hielo. Nos quitará toda expresión de afecto que muchas veces nos hará incluso disculparnos para poder de nuevo disfrutar de un abrazo, besos y caricias.
Cabe señalar de forma enérgica: cierto grado de incomodidad o molestia, son inevitables en la crianza respetuosa, a menos que queramos pagar en el futuro cercano el precio de un niño desregulado, que no solo nos pondrá en una difícil situación a nosotros, sino que lo dejará en una dura posición a él o ella con su entorno.
Si nosotros no limitamos el comportamiento del niño en sus primeros años, él o ella aprenderá por situaciones repetitivas que en efecto él es un emperador o ella es una emperatriz.
¿Puede extrañar entonces que este emperador o emperatriz ejerza su cargo?
El niño no siente culpa, a pesar de que su comportamiento puede ser grosero, él solo está ejerciendo el poder que ha venido consolidando desde un inicio y que aprendió de forma equivocada. Por tanto, no es procedente un acto de rabia por parte del adulto responsable. En efecto corresponde un acto de amor: ayudar al niño a que desaprenda lo erróneamente aprendido.
Hagámosles entender desde muy pequeños que es lo más importante de nuestras vidas y el objeto de amor incondicional. Sin embargo, por su seguridad, habrá límites que deberá respetar. Dado eso considerar:
Espacio de autonomía. Consultarías a tu hijo si quiere o no comer, si quiere o no bañarse, si quiere o no vacunarse. Si no lograras un consenso ¿Te abstendrías de vacunarlo? Si bien rechazamos actitudes autoritarias, debemos saber que el espacio de autonomía en los niños y sus decisiones son proporcional a la etapa de desarrollo que viven. Por ende, no podemos dejar que el niño decida sobre cosas que no está preparado para resolver.
El lenguaje. Este es un proceso gradual, que toma muchos años en afianzarse. El hecho de que el niño hable, no significa que se haya apropiado de las habilidades lingüísticas propias de los adultos. Por tanto, no creamos que, porque damos una instrucción al niño, está comprendiendo lo que le estamos queriendo transmitir. Necesitaremos repetirles y demostrarles con ejemplos hasta que ellos con el tiempo comprendan lo que esperamos. Por lo anterior, repito, no corresponde reaccionar con rabia.
Imposibilidad de ponerse en el lugar del otro.
No le podemos pedir al niño que se ponga en nuestro lugar y comprenda que queremos beneficiarlo con nuestras decisiones.
Debates estériles. Debatir y debatir es de las armas más eficaces para seguir haciendo lo que se desea o evitar hacer lo que otro ha indicado. Por el lado positivo, le enseña al niño herramientas de defensas y le permite ganar confianza en sí mismo. Por el lado negativo, socava la figura de autoridad y evita la internalización que existen límites que le son de forzosa aceptación.
Los padres han de exigir entonces que el niño o la niña respete y acate lo que ellos indiquen por su mera posición de autoridad. Les estaremos enseñando a nuestro hijo que existen límites que él debe respetar aun cuando no vea el beneficio.
¿Por qué no es bueno premiar a los niños?
- Destruye la concepción misma de autorregulación de la conducta. Los valores, las conductas valiosas y enaltecedoras desaparecen, estas son reemplazadas por una transacción comercial.
- La figura de autoridad desaparece. Es reemplazada por la de proveedor, todo se vuelve negociable.
- Obliga a que el siguiente premio sea más grande que el anterior, para que resulte atractivo.
Todo lo anterior, no significa dejar de reconocerlo.
¿Por qué no es bueno castigar a los niños?
- Destruye la concepción de autorregulación. El regulador es externo (es quien castiga). La solución es simple, obedezco en la medida que ese regulador este, bastará con que no nos pillen. Es decir, evadir ese regulador externo. La mentira, la deshonestidad y la trampa son consecuencias apenas obvias.
- El niño podría internalizar que los vínculos con los que le castigan no son gratos. Lejos de buscar esos vínculos, prefiere huir de ellos.
- Cuando el castigo es físico, le enseña al niño que la violencia es el camino para lograr un cometido, encontrará lícito ser violento con los demás.
- El castigo físico en los niños es altamente ineficaz. A menos que esté dispuesto a llegar a extremos inaceptables.
¿Qué tipo de figura de autoridad es a la que debemos aspirar como padres?
- Padres amorosos y comprometidos
- Actitud firme, nuestras decisiones son irrevocables, por tanto, antes de decidir se reflexiona lo prudente.
- No le temen a su hijo
- Son seguros, no viven llenos de miedos
- Tienen el control
- No abusan
- Son coherentes
- Son razonables
- Respetan a su entorno
- Evolucionan
- Se equivocan, son humanos y sufren por esa equivocación. Ofrecen disculpas cuando corresponde.
¿Entonces, cuál es la estrategia adecuada para poner límites?
Lo que hay que hacer, hay que hacerlo; lo que no se puede hacer, no se puede hacer.
Esta consigna, nuestros hijos la deberían escuchar como un mantra. Vamos a ilustrarlo con ejemplos:
La madre reta al niño porque ha mordido a su hermanita y el niño intenta golpear a la madre en la cara. La madre toma con vigor al niño (no confundir con zarandeo violento). Lo levanta a su altura (el niño queda pataleando desde el aire) lo mira fijamente a los ojos y con voz firme, clara e irrevocable le dice: ¡A la mamá no se le pega! ¡Nunca! E inmediatamente lo baja al suelo con firmeza (no confundir con tirarlo violentamente al piso) da media vuelta y se retira. En los siguientes 5-10 minutos, la actitud de la madre le dice al niño muy claramente que cruzó una raya intolerable. La madre no se explaya en explicaciones o justificaciones o se dedica a rogarle que le devuelva por favor la mirada de afecto que, por supuesto, el hijo le ha quitado.
El niño está en una fiesta infantil. Él ya sabe que pegarle a otro niño es intolerable, sin embargo, lo hace. Sin mediar una sola palabra (subrayo, sin mediar una sola palabra) la madre/padre lo toma de la mano, lo lleva al auto, lo pone en su silla y se acabó la fiesta y se quedó sin ese disfrute. La madre/padre no discute el asunto con él.
Antes de acostarse, los padres han establecido que el niño debe guardar los juguetes que dejó tirados y debe lavarse los dientes. Y eso es exactamente lo que va a hacer ¡Siempre! Y si es necesario, el padre/madre lo lleva de la mano con firmeza a hacer todo el recorrido, sin debate estéril y sin negociaciones de ningún tipo.
Si se trata de niños muy pequeños se puede exigir con total firmeza el cumplimiento de Lo que hay que hacer, hay que hacerlo; lo que no se puede hacer, no se puede hacer. Si se trata de niños más grandes con historial de desregulaciones, los padres deben medir sus fuerzas y acometer solo las situaciones que sepan saldrán victoriosos, de lo contrario si lo intentan y fracasan, solo les estarán enseñando a los niños que es él en efecto el que manda en casa.
Es por esto que se hará necesario que los padres hagan dos listas cortas: “En esta casa se debe” y “En esta casa está prohibido”. Una vez confeccionada las listas se debe comenzar dando prioridad por lo más factible, no por lo que sea más importante. De esa manera se comienza a progresar, elemento tras elemento, con la razonable confianza de ser exitoso. Una vez conseguida una meta, no se permiten retrocesos en ella. Lo importante es que en algún momento de ese proceso los niños reconocerán a los padres como figuras de autoridad y de allí en adelante todo fluirá con mayor tranquilidad.
Entender entonces las dificultades personales que tenemos para poner límites a nuestros hijos, la imposibilidad de ellos para tomar decisiones, su escaso manejo del lenguaje y finalmente su etapa de desarrollo, será la base para poner límites sin miedo.
Estar entre el amor y los límites es parte de ser padres. Es sin duda, un desafío que tendrá consecuencias positivas para la relación con nuestros hijos ahora y en el futuro y su relación con el entorno.
Mg. Ps. Leslie Salgado Viñals
Directora Jardín Infantil Upita y Jardín Infantil Cangurito
Fuente: Eslava, J. (2015). Entre El Amor y Los Límites, Panamericana Editorial. Bogotá D.C., Colombia.